28.6.06

28 de Junio de 2006

Viena, Enero de 1829
Unos cuervos buscan algo bajo el manto de nieve.
Las ramas de los árboles se mueven pesadamente.
Un oasis de sol rompe la gris monotonía de enero.
Las tumbas despiertan y se desperezan.
En Whäring nadie cree que Franz esté muerto.
El silencio se desata y por un instante el tiempo se detiene.
Sólo los cuervos persisten en su búsqueda.
Al mediar la mañana la nieve se ha derretido.
Unas flores marchitas asoman entre las piedras.
Misterio de recuerdo y olvido:
¡Dos meses de Viena sin Franz!
Al mediodía el sol se ha vuelto a ocultar tras nubes espesas.
La gente, que floreciera con su tibia presencia
ha preferido el calor de los leños.
Los cuervos, indiferentes, siguen hurgando.
Da la impresión que quisieran llegar al cuerpo
¡Y hundir sus picos en la carne del pobre Franz!
La noche se ha presentado delicadamente.
Las formas no se reconocen.
Se adivina, sin embargo, la severa presencia de la lápida.
Una pared infranqueable al mundo de los muertos.
Los cuervos también se han marchado y han dejado el silencio.
No puede ser cierto que Franz esté muerto